miércoles, 9 de octubre de 2013

Poemas Inéditos (Primera Parte)

Quienes hayan tenido acceso a mi libro "De Conjuros y Avatares" acaso se pregunten si han quedado fuera de él poemas articulados durante el mismo periodo en que fue gestada la obra. La respuesta es afirmativa: he realizado una selección. No todos los poemas conjurados en esa época han sido incluidos en el libro. Algunos, inclusive, han sido desechados al olvido (al que -créanme- pertenecen).
Les presentaré los poemas que, habiendo quedado afuera, todavía conservo, puesto que considero que no carecen completamente de valor. Dividiré la exposición en dos partes (esto es, en dos entradas al Blog), de acuerdo al orden cronológico de sus fechas de gestación. Debajo de cada uno, incluiré una breve aclaración de por qué he decidido no incorporarlos al libro:

TE VI RADIANTE AQUEL DÍA

Te vi radiante aquel día,
tan radiante como el sol:
tu mirada disipó
mi mortal melancolía;
y fue en ese mismo día
que mi fe resucitó,
con el fuego que fulgía
en tus ojos, como el sol.

Te vi radiante aquel día,
aquel día tan aciago,
en que yo, desesperado,
por las calles, me perdía.
aquel día en que era esclavo
del tirano de las ruinas,
tu esplendor le ha restaurado
a mi corazón la vida.

Ahora, y desde ese encuentro,
desde entonces, yo querría
ver tus ojos tan serenos,
en el umbral de mis días;
porque noche a noche sueño
que su fuego me ilumina,
alumbrando mi sendero,
día y noche, cada día.


NOTA: Este fue quizá mi primer poema en que canto al enamoramiento. Como no quise abusar de la temática (harto trillada ya por tantos autores), y habiendo ya incluido en el libro otros mejor logrados, decidí que lo mejor sería dejarlo afuera.


ELOGIO AL LIBRO

El libro es el arcano espejo
donde el espíritu del hombre
mira su rostro, bello y noble,
y desentraña su misterio.

Puesto que en él moran los textos
que dan a la verdad un nombre:
aquello que el tirano esconde,
para salvar su infame imperio.

No es posible la libertad,
sin la luz del conocimiento
alumbrándonos al andar.

Por eso, el libro es ese fuego
cuyo fulgor inmemorial
nos ilumina el rumbo eterno.


NOTA: Éste es un sonetillo en eneasílabos, con rimas asonantadas (como todos los sonetos de "El Gondolero), en el que quise celebrar la importancia radical que tiene ese objeto mágico que hemos creado y hemos dado en llamar "libro" en el fluir de los siglos del Hombre. Creo que peca de un exceso de adulación, sin terminar de hacer patente toda la magnificencia de este objeto. Es decir, se trata de un rotundo fracaso.


LA DAMA DE MI AMOR

Ni los atardeceres bellos,
de ocasos fugaces y eternos,
alivian tanto mi dolor 
como los ojos con que mira
esta muchacha pura y tímida,
cuando sonríe con pudor.

Porque ni las flores silvestres
del gran desierto en que padecen
los desterrados, bajo el sol,
son tan sutiles o tan frescas
como la sonrisa que ostenta
la hermosa dama de mi amor.

No hay en el mundo melodías
con una música tan fina
como la de su dulce voz:
ni en la más alta catedral
pueden los ángeles cantar
esa magnífica canción.

Sus ojos, como dos zafiros
de resplandores azulinos, 
cautivan a mi corazón;
y yo a la muerte tan temida
sin duda alguna enfrentaría,
por ver la dama de mi amor.


NOTA: Este poema no está para nada mal. Es quizás el que más me costó excluir. Decidí dejarlo afuera porque ya había incluido -a mi juicio- demasiados poemas de amor (que, por supuesto, considero mejores que éste). Como dije antes, no es mi intención seguir explotando un campo ya árido de tanta explotación sufrida. Por lo demás, no negaré que encuentro este poema demasiado cargado de halagos, tal vez al punto de la exageración. Por otra parte, suena al canto de un juglar del medioevo, lo que tal vez le imprima un aire un tanto cursi para un lector de nuestra época. Por todo eso, decidí guardarlo en mi gaveta.

(Próximamente, la segunda parte)

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