miércoles, 6 de noviembre de 2013

Pienso yo en Alemania por la noche

¿Qué podría yo decir de Heinrich Heine, uno de los más excelentes poetas que han dado los siglos de los hombres? Cualquier palabra sería escasa, vaga e inadecuada. Lo único que me parece acertado es poner de manifiesto una injuria histórica: este hombre, profundamente alemán, amante supremo de su madre Patria, provenía de una familia judía. Este poeta, sin duda uno de los más excelsos del parnaso germánico, que amó a su Tierra como ninguno de los -así llamados- "nacionalistas" que infestaron Alemania durante el siglo XX, era de origen hebreo.
He aquí algunos de los poemas conjurados por Heinrich Heine, que mi descarada pluma tuvo el denuedo de volcar al cántaro español.

Mein süßes Lieb - Heinrich Heine

Mein süßes Lieb, wenn du im Grab,
Im dunkeln Grab wirst liegen,
Dann will ich steigen zur dir hinab,
Und will mich an dich schmiegen.

Ich küsse, umschlinge und presse dich wild,
Du Stille, du Kalte, du Bleiche!
Ich jauchze, ich zittre, ich weine mild,
Ich werde selber zur Leiche.

Die Toten stehn auf, die Mitter nacht ruft,
Sie tanzen im luftigen Schwarme;
Wir beide bleiben in der Gruft,
Ich liege in deinem Arme.

Die Toten stehn auf, der Tag des Gerichts
Ruft sie zu Qual und Vergnügen;
Wir beide bekümmern uns um nichts,
Und bleiben umschlungen liegen.

Mi dulce amada – Heinrich Heine

Mi dulce amada, cuando en el sepulcro,
en el sepulcro oscuro seas puesta,
quiero hundirme contigo bajo tierra,
y yacer para siempre al lado tuyo.

Te besaré y te estrecharé en mis brazos,
¡oh mujer taciturna, fría, pálida!
Sonriendo, estremeciéndome y llorando,
me ceñiré yo mismo la mortaja.

Saldrán a medianoche los difuntos,
y danzarán en una ronda etérea;
tú y yo no dejaremos el sepulcro,
reposaré en tus brazos mi cabeza.

En el juicio final saldrán los muertos,
llamados a la dicha o al suplicio;
nosotros dos no habremos de afligirnos,
y abrazados tendidos seguiremos.

Das Fräulein stand am Meere - Heinrich Heine

Das Fräulein stand am Meere
Und seufzte lang und bang,
Es rührte sie so sehre
Der Sonnenuntergang.

Mein Fräulein! sein Sie munter,
Das ist ein altes Stück;
Hier vorne geht sie unter
Und kehrt von hinten zurück.

La señorita estaba ante la mar – Heinrich Heine

La señorita estaba ante la mar,
y daba lúgubres suspiros largos;
se acongojaba de manera tal,
al ver hacia lo lejos el ocaso.

¡Mi señorita, estese usted tranquila!
Se trata de una antigua tradición:
allí delante ocurre la caída,
y por detrás de nuevo asciende el sol.

Ich hatte einst ein schönes Vaterland - Heinrich Heine

Ich hatte einst ein schönes Vaterland.
Der Eichenbaum
wuchs dort so hoch, die Veilchen nickten sanft -
es war ein Traum.

Das küßte mich auf deutsch und sprach auf Deutsch
(man glaubt es kaum,
wie gut es klang) das Wort: "Ich liebe dich" -
es war ein Traum.

Una vez tuve una hermosa patria – Heinrich Heine

Una vez tuve una hermosa patria.
Allí el roble hendía el cielo;
las violetas se mecían, suave.
Era un sueño.

Me besaba en alemán, diciéndome
(no podré explicar lo bello
que se oía) las palabras “te amo”.
Era un sueño.

Ich kann es nicht vergessen - Heinrich Heine

Ich kann es nicht vergessen,
Geliebtes, holdes Weib,
Daß ich dich einst besessen,
Die Seele und den Leib.
Den Leib möcht ich noch haben,
Den Leib so zart und jung;
Die Seele könnt ihr begraben,
Hab‘ selber Seele genung.
Ich will meine Seele zerschneiden,
Und hauchen die Hälfte dir ein,
Und will dich umschlingen, wir müssen
Ganz Leib und Seele sein.

No me puedo olvidar - Heinrich Heine

Yo no me puedo olvidar,
oh tierna mujer amada,
que te tuve de verdad
tanto en cuerpo como en alma.
Yo quisiera aún el cuerpo,
su juventud y su gracia;
podéis dar al alma entierro,
que con la mía nos basta.
Quiero cortarla en dos gajos,
y entregarte media exacta,
para que luego un abrazo
nos reúna en cuerpo y alma. 

Du bist wie eine Blume - Heinrich Heine

Du bist wie eine Blume,
So hold und schön und rein;
Ich schau dich an, und Wehmut
Schleicht mir ins Herz hinein.

Mir ist, als ob ich die Hände
Aufs Haupt dir legen sollt,
Betend, daß Gott dich erhalte
So rein und schön und hold.

Eres como una flor – Heinrich Heine

Eres como una flor,
tan tierna y bella y casta;
te miro, y la nostalgia
me llena el corazón.

Quisiera yo apoyarte
mi mano en la cabeza, 
rogando a Dios te guarde
tan bella y casta y tierna.

Nachtgedanken – Heinrich Heine

Denk ich an Deutschland in der Nacht,
Dann bin ich um den Schlaf gebracht,
Ich kann nicht mehr die Augen schließen,
Und meine heißen Tränen fließen.

Die Jahre kommen und vergehn!
Seit ich die Mutter nicht gesehn,
Zwölf Jahre sind schon hingegangen;
Es wächst mein Sehnen und Verlangen.

Mein Sehnen und Verlangen wächst.
Die alte Frau hat mich behext,
Ich denke immer an die alte,
Die alte Frau, die Gott erhalte!

Die alte Frau hat mich so lieb,
Und in den Briefen, die sie schrieb,
Seh ich, wie ihre Hand gezittert,
Wie tief das Mutterherz erschüttert.

Die Mutter liegt mir stets im Sinn.
Zwölf lange Jahre flossen hin,
Zwölf lange Jahre sind verflossen,
Seit ich sie nicht ans Herz geschlossen.

Deutschland hat ewigen Bestand,
Es ist ein kerngesundes Land,
Mit seinen Eichen, seinen Linden
Werd ich es immer wiederfinden.

Nach Deutschland lechzt' ich nicht so sehr,
Wenn nicht die Mutter dorten wär;
Das Vaterland wird nie verderben,
Jedoch die alte Frau kann sterben.

Seit ich das Land verlassen hab,
So viele sanken dort ins Grab,
Die ich geliebt – wenn ich sie zähle,
So will verbluten meine Seele.

Und zählen muß ich - Mit der Zahl
Schwillt immer höher meine Qual,
Mir ist, als wälzten sich die Leichen
Auf meine Brust - Gottlob! Sie weichen!

Gottlob! Durch meine Fenster bricht
Französisch heitres Tages licht;
Es kommt mein Weib, schön wie der Morgen,
Und lächelt fort die deutschen Sorgen.

Pensamientos nocturnos – Heinrich Heine

Pienso yo en Alemania por la noche,
entonces el descanso se me rompe:
me es imposible ya cerrar los ojos,
y las lágrimas corren por mi rostro.

¡Los años llegan y los años parten!
Desde la última vez que vi la madre,
doce años arribaron y se fueron;
crecen tanto mi afán como mi anhelo.

Tanto mi afán como mi anhelo crecen.
Tan hechizado la mujer me tiene
que sólo pienso en ella cada instante:
en la anciana señora, ¡que Dios guarde!

Me quiso mucho esa mujer querida;
y en las epístolas que me escribía
veo cómo la mano le temblaba,
cómo se le agitaba toda el alma.

En la madre no dejo de pensar.
Doce años largos transcurrieron ya,
doce años largos se nos han fugado
desde que no la estrecho entre mis brazos.

Alemania perdura eternamente,
es una tierra de salud perenne;
para volver, sus robles y sus tilos
indican siempre cuál es el camino.

No echaría de menos a Alemania
si no estuviera allí la madre santa;
la patria nunca quedaría en ruinas,
aunque haya de morir la madre mía.

Desde que he traspasado sus fronteras,
tanto se hundió debajo de la tierra,
tantos seres que amé –cuando los cuento
se desangra mi espíritu en su empeño.

Y tengo que contarlos –con la cuenta
se hace más y más grande mi tristeza;
es como si los cuerpos se envolviesen
en mi pecho ¡Dios mío! ¡Se retuercen!

¡Dios mío! Ya atraviesa mi ventana
un despejado resplandor de Francia;
mi mujer viene, hermosa como el día,
y expulsa mis nostalgias con su risa.

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